El humo del tabaco la consume y también consume parte de sus penas.
Unas se evaporan y otras se agarran fuerte como el alquitrán a sus pulmones....
Y es que los buenos tiempos se hicieron cenizas. Por eso, a tragos cortos, bebe un café amargo que quema... que disfraza su propia amargura... mientras se aferra a ese maldito teléfono que la comunica con su mala conciencia. Dañina, destructiva... como una droga dura que la lleva a una perdición y a un callejón sin salida.
Y, por eso, lleva casi toda una vida tragando pastillas sin control como si fueran caramelos de la felicidad. Una costumbre más que la atrapa, que la ciega, que la cambia... Culpa de las malditas influencias que le hicieron creer que la solución está encerrada en pequeños botones de celulosa bajo el nombre de ansiolíticos.
Unas se evaporan y otras se agarran fuerte como el alquitrán a sus pulmones....
Y es que los buenos tiempos se hicieron cenizas. Por eso, a tragos cortos, bebe un café amargo que quema... que disfraza su propia amargura... mientras se aferra a ese maldito teléfono que la comunica con su mala conciencia. Dañina, destructiva... como una droga dura que la lleva a una perdición y a un callejón sin salida.
Y, por eso, lleva casi toda una vida tragando pastillas sin control como si fueran caramelos de la felicidad. Una costumbre más que la atrapa, que la ciega, que la cambia... Culpa de las malditas influencias que le hicieron creer que la solución está encerrada en pequeños botones de celulosa bajo el nombre de ansiolíticos.
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